La asesina

Su mano estaba llena de sangre. Lo había hecho. Tanto tiempo acumulando nervios y noches en vela dieron lugar a ese cruel acto.
Ella había aguantado mucho, pero su paciencia llegó al límite y le mató.
Se limpió la mano y los restos de sangre de la pared.
El mosquito ya no le picaría más.

Ejercito perforador

Un numeroso y feroz ejército se abría paso por el inmenso bosque en busca de un buen lugar para realizar la extracción del valioso líquido.
Debían darse la mayor prisa posible pues en ello les iba la vida.
Con semejante plaga y sin antipulgas, ese año lo iba a pasar muy mal el perro callejero.

Sed

Siempre tenían sed. Comenzaron secándonos. Pero poco a poco nos utilizaron, nos despellejaron, nos desangraron.
Bebieron su propia sangre... y desaparecieron.
Agonizando, preguntamos a los dioses cómo se llamaba esta fiera raza extinta, la que siempre tenía sed.

-Humanidad- respondieron.

Cómo las cosas pierden su valor

Cuanto más lo miras menos valor te parece que tiene. Ahí tirado y quieto no es más que un montón de papeles con numeritos, y te parece absurdo que cuando alguien tiene montones de ellos adquiera poder.

Lo has necesitado siempre y ahora no sabes qué hacer con el dinero.

Malas noticias

Sonó el teléfono y su madre lo cogió. De pronto se puso a llorar y miró a su hijo con tristeza. Colgó y le contó que un atracador había matado a su padre mientras compraba los regalos de Navidad en el Centro Comercial.
El hijo comenzó a llorar... ya no tendría la Play Station 3.

La bibliotecaria

Esa noche sacó del viejo cajón una lapicera y su cuaderno de hojas en blanco. Con su velador de luz cansada volvió a escribir su novela. Esa que había empezado 35 años atrás en una noche que parecía la misma. Solo que esta vez la mano que sostenía la
lapicera estaba más arrugada y cansada.