Sus miradas se cruzaron. Ella sonrió, complacida. Él, incómodo, deseaba escapar de ese lugar. Ella avanzó, abriéndose paso entre el gentío entristecido.
"Tengo esposa e hijos, no me hagas esto", le suplicó.
"Te dije que no podrías escapar de mí". Ofreciéndole su cadavérica mano, le dijo "La Muerte siempre te encontrará, no importa dónde estés".
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