La frágil violeta
despertó llena de espinas adosadas a su cuerpo.
Levantó la cabeza
hacia su vecino aloe. Pero estaba ocupado hidratándose. No reparó
en ella. Era bajita.
Increpó al
cactus. Pero él ni la oyó. Era tan calladita.
Su vecina la rosa
lo aclaró:
-¡Enhorabuena!
¡Ha funcionado el curso de defensa personal del gimnasio!
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